La transición política sucedida en España en la que un sistema autoritario que duró cuarenta años, fue sustituido por un sistema basado en los partidos políticos como órganos estatales, que pretendían sostener una nueva forma democrática para el país, es uno de esos eternos debates que permanecen vivos a pesar del paso de tiempo. Durante muchos años, ha estado presente de forma indiscutible, que dicha transición, era un modelo envidiable, un ejemplo casi paradigmático de como resolver una situación de grave crisis institucional, social y política. Porque hay que decir, que económicamente España, había vivido un gran desarrollo, y los índices de aquella época, ponen de manifiesto, el gran cambio que había acontecido.
Una de las claves, fue que, en ningún momento, el Estado, tal y como existía, sufrió riesgo alguno de ser eliminado y sustituido por otro tipo de forma, es decir no hubo una ruptura real con lo anterior. Lo que realmente aconteció es una continuidad de lo que ya había, llámese transformación, transición, o cómo quiera denominarse, aunque el sistema autonómico pudiera parecer una revolución o la figura monárquica, un elemento muy diferenciado del Jefe de Estado anterior. Y es que las estructuras de aquel Estado-organización, siguieron vivas, como puede ser el caso de la función pública, y es que la disolución del Movimiento Nacional, no supuso ninguna alteración de dicha función pública, la cual, estaba totalmente profesionalizada ya desde el año 1858 y desde aquella época, permaneció intocable a lo largo de las distintas formas que fueron dándose.
Por otro lado, geopolíticamente, España es uno de los puntos claves a nivel mundial, por lo que, los interesados internacionales no dejaron ni un momento de estar presentes en esta fase, y algunos de ellos no fueron meros espectadores, sino que se comportaron como auténticos actores, como, por ejemplo, fue el caso de EEUU, cuya influencia fue mucho mayor de lo que cuentan las versiones oficiales. Esta nueva forma política no dejó de ser uno de los condicionantes para que nuestro país no sufriera nuevas represalias u otro tipo de bloqueos.
El inicio de la transformación comenzó con la muerte de Franco, aunque de forma más real, en el mes de Julio de 1976 con la formación de lo que fue el segundo gobierno de la monarquía y podemos considerar su finalización con la aprobación de la constitución en diciembre de 1978. Durante este periodo se elaboró la Ley para la Reforma Política, las normas electorales, se reconocieron los partidos políticos como forma de representación del Estado, y se celebraron las primeras elecciones democráticas, y en el campo económico se crearon los Pactos de la Moncloa. Pero sin duda, lo más recordado con el paso de los años es el texto constitucional, la norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico, aunque, ha de reconocerse que no es un texto especialmente original, ya que, recoge influencias de muchos de los paises de alrededor, incluso puede afirmarse sin duda alguna que se trata de una constitución derivada, porque si la sometemos al Derecho comparado, no incluye innovaciones drásticas, sino que se asienta sobre el constitucionalismo histórico español, y de forma especial en las constituciones europeas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Por supuesto, debe hacerse mención especial al papel del rey Juan Carlos I, quien ya dejó entrever vagamente su intenciones democráticas en sus primeros discursos y participaciones públicas, lo que no fue suficiente para lograr la confianza de varios de los sectores sociales y políticos, ya que, por ejemplo, los ámbitos reaccionarios dudaban de su verdadera fidelidad al régimen, y los grupos de la oposición, lo consideraban como una vuelta a un régimen monárquico directamente impuesto por Franco, respecto lo cual, de todos es sabido el salto en la continuidad dinástica que cometió el dictador (ya que, Juan de Borbón, padre del rey emérito era el legítimo sucesor), y dicho acto fue ratificado por las Cortes, a pesar de que en el seno del régimen no tomaron con especial ilusión esta opción.
A pesar de ello, durante años las versiones oficiales han presentado siempre a Juan Carlos I como la figura principal de la Transición, como el artífice de un supuesto gran cambio para España, dejando en el olvido a otros muchos partícipes que dejaron su vida en las calles o en las cárceles.
Con esta resumida visión de aquel periodo histórico de España, podemos terminar cuestionándonos el contenido del concepto de Transición, es decir, ¿exactamente a qué forma política derivó nuestro país?, ¿los partidos políticos o los sindicatos realmente son elementos de representación de los ciudadanos y de los trabajadores, o deberíamos considerarlos órganos del Estado?, desde un punto de vista jurídico, ¿vivimos en una democracia o en una oligarquía de partidos? ¿es el sistema autonómico el más adecuado como forma de representación social? Son muchas las preguntas que deberíamos seguir haciéndonos como sujetos políticos que somos, y plantearnos si lo existente es suficiente y si la ciudadanía tendríamos que acarrear con la responsabilidad de depurar a nivel histórico, político y jurídico nuestro país.
Artículo escrito por CONSULTORIA Y ASESORIA JURIDICA SANTIAGO HERNAEZ – LA RIOJA
Muchas gracias por la información, muy importante conocer estos temas.